Multiculturalidad y cohesión social. La cultura popular como instrumento


Este es un artículo antiguo, publicado en diversas ocasiones desde principios de siglo. Ahora lo comparto en el blog.

Sumario

Multiculturalidad y cambio
• La multiculturalidad: ¿Es un fenómeno nuevo? Estratos, grupos y colectivos: categorías sociales en un mismo sistema de diferencias e identificaciones
• Las microculturas internas
• Inmigración: integración, asimilación, mestizaje
• La corporalidad como preventivo: el conocimiento del otro
• La inmigración como una realidad heterogénea. Los nuevos sistemas de diferencias
• Inmigración, familia y cohesión social

La fiesta como una herramienta de construcción simbólica de un sistema de semejantes
• La fiesta urbana: de las prácticas festivas a la ingeniería festiva. Las fiestas "multiculturales". Etnificación y etnocentrismo.
• La fiesta como reflejo de la vida social. La sociabilidad
• La función de animación
• La fiesta como paréntesis y catarsis. La puntual anulación simbólica del orden. La representación social como percepción de la realidad desde el mundo simbólico. La fiesta como puerta de interacción social de clases, géneros, grupos de edad, etnias…
• La ritualidad de la fiesta
• La provocación festiva como elemento visualizador de conflictos
• El hedonismo festivo y la reciprocidad implícita generalizada
• La fiesta: un rasgo característico común de hominidad

Conclusiones
• Inmigración y familia. El reagrupamiento
• Autoorganización de la comunidad. El nuevo asociacionismo
• La corporalidad. Los espacios urbanos para la convivencia
• Resemantización generalizada de la simbiología festiva: La reinvención de las nuevas tradiciones.
• La diferente igualdad y la diferencia igual: la semejanza generalizada



1
Multiculturalidad y cambio

La multiculturalidad

¿Es un fenómeno nuevo? Estratos, grupos y colectivos: categorías sociales en un mismo sistema de diferencias e identificaciones

Últimamente se escucha hablar de "multiculturalidad" como si se tratara de un fenómeno nuevo. De forma semejante, podemos sentir hablar de la globalización como un fenómeno de finales del siglo XX y principios del XXI.

No hay que recapacitar mucho para darse cuenta que nuestra sociedad contemporánea, como toda sociedad compleja, comporta en ella misma una realidad multicultural. Si a todo esto añadimos que el proceso de urbanización de nuestra sociedad viene de lejos, convendremos que en una sociedad que tiene como referente la vida urbana no podría ser de otro modo. El impacto de los medios de comunicación de masas provoca que hoy en nuestra casa las formas de vivir y de sentir no se diferencien demasiado del pueblo a la ciudad y teniendo en cuenta la tendencia de los hábitos de la población joven, el futuro aparece como más homogéneo si cabe.

Este proceso de urbanización no significa que no haya diferencias internas entre los actores del mismo proceso. Cada grupo de edad vive el cambio desde su perspectiva e interactúa de modo que influya, constantemente, en su aceleración o frenada. Lo mismo sucede en relación a los grupos de género, veamos un ejemplo:

Los comportamientos de los grupos de jóvenes en relación a su adscripción a un género han variado tanto en los pueblos, como en las ciudades. Hace unos 30 años no era frecuente ver grupos de chicas solas saliendo de fiesta; sin embargo hoy es una costumbre general salir en "pandilla" tanto chicos, como chicas. Este cambio ha significado una mayor liberación de las chicas (1).

Por tanto las formas de vida urbanas se construyen en la cotidianidad y desde una perspectiva calidoscópica según sus protagonistas; esto es su categoría de género, estatus, edad, etc.

¿Y de la globalización que podemos decir? Tan solo debemos recordar Roma para ver que el fenómeno tampoco no es nuevo (2).

Las microculturas internas

Cada vez es más usual ver comportamientos bien diferentes en un mismo grupo familiar. Es cada vez más frecuente que en un hogar haya más de un televisor y más de un aparato de música. El ocio doméstico se ha diversificado según el grupo de edad, hasta el punto que ya hace tiempo que se habla de la individualización del consumo cultural. Este fenómeno, relativamente reciente, contrasta con los comportamientos de hace tres décadas; cuando el ocio era sometido a un control más estricto por parte de los miembros de la familia de más edad; los cuales imponían su criterio y hábitos a los más jóvenes.

La permisividad actual ha comportado la cohabitación de comportamientos sociales y culturales diferentes. De este modo suelen coexistir prácticas de uso del tiempo bien diversas en una misma familia que comparte una misma vivienda: los jóvenes salen de noche hasta muy tarde el fin de semana y duermen a deshoras hasta la media tarde; mientras que los adultos y los niños hacen un uso del tiempo de un modo completamente diferente. Los ancianos dedican la mayor parte del tiempo a pasear3.

No obstante - si nos referimos al concepto de estatus- ha cambiado también de forma importante hasta devenir una categoría más flexible. Según la práctica cultural, ahora se habla más de estatus, que de clase social. Uno puede frecuentar ambientes intelectuales que comporten prestigio social sin tener que pertenecer, especialmente, a la clase alta. Esta flexibilización no significa, no obstante, que la división de estatus y clase no marque diferencias sociales; todo lo contrario. Lo que quiero decir es que ahora existen más posibilidades certeras de cambiar de estatus y clase, que antes y que la exteriorización de las opulencias se da de un modo mucho más sutil.

Si hablamos de género, tan solo hay que sensibilizarse en torno al constante goteo de conflictos, que por razones de género aparecen a la luz pública como problemas endémicos de nuestra sociedad; para darnos cuenta que, todo y el proceso de cambio, la diferenciación en los comportamientos por razones de género están muy presentes hoy en día.

Con todo, se constatan formas diferentes de vivir en un mismo espacio y contexto cultural. Estas "micro culturas" cohabitan en nuestra sociedad sin necesidad de tener en consideración la inmersión de otras nuevas culturas. La sociedad contemporánea es compleja y multicultural en sí misma.

Inmigración: Integración, asimilación, mestizaje

El fenómeno de la inmigración no es nuevo en nuestra casa, y de hecho no es nuevo en casi ningún lado. La variabilidad en cuanto a la intensidad, cantidad o frecuencia de las oleadas migratorias hace percibir de forma diferente este fenómeno, sin que se pueda hablar, realmente, de la receptividad de la sociedad de acogida como de un valor per se; sino de una cuestión meramente coyuntural; dependiendo si la inmigración se concentra en un espacio y tiempo reducidos o, por el contrario, se da en tiempo mas espaciado o está más repartida en el territorio.

Llegando a este punto, se suele hablar de tres conceptos que afectan de forma directa a la percepción de la comunidad que acoge los inmigrantes:

• Integración
• Asimilación
• Mestizaje

Principalmente, oímos comentar el primero y el último cuando habla un líder (político, comunicador…), y se suele recitar una lista de mandamientos que se puede concretar en:

• Respetar la normativa jurídica vigente
• Cumplir los deberes sociales
• Respetar y atenerse a las costumbres de la sociedad de acogida

Incluso hay quien osa indicar formas de vestir y hábitos de higiene para inmigrantes4

El concepto de integración entendido de la forma en que se emplea el término habitualmente, lleva implícito el de asimilación por parte de la cultura de la sociedad de acogida (siempre dominante) de las culturas de los inmigrantes (siempre minoradas)5.

En cambio, el concepto de mestizaje significa un proceso más largo, de generaciones, y comporta un valor añadido que enriquece la cultura autóctona con las aportaciones de las culturas recién llegadas.

Parece como si toda comunidad sometida al proceso de cambio social experimentase una constante modificación de roles entre sus categorías sociales, como también una modificación de los hábitos y comportamientos sociales de sus actores. Este proceso favorece la incorporación de nuevos comportamientos sean internos o vengan de fuera.

La corporalidad como preventivo: el conocimiento del otro

La necesidad de hacer visibles los conflictos internos para ser capaces de abordarlos de forma crítica ha estado y es una realidad generalmente aceptada. Los complejos mecanismos que actúan en la pacificación de la vida en sociedad son objeto de difícil análisis pero también de apasionado debate.

Para que exista la posibilidad que dos comunidades que cohabitan un mismo espacio puedan convivir, han reconocerse, lo primero. El conocimiento mutuo es el primer paso para la convivencia, dado que comporta con frecuencia el desmoronamiento de prejuicios, ver al otro tal y como es, despojando la imagen de estereotipos y estigmas. Sin embargo, este conocimiento del otro no significa su aceptación. Cuando hablamos de provocar que los conflictos emerjan y sean visibles, nos referimos, precisamente, a " prender la mecha" como se suele decir cuando afrontamos un problema grabe. No sería bueno que ante el miedo de hacer visibles los conflictos, los poderes públicos y la sociedad en general pase de puntillas delante de situaciones de cohabitación de culturas diferentes en un lugar determinado. Las veces que han emergido conflictos de forma repentina, sin que, aparentemente, se haya hablado demasiado con anterioridad, han estado demasiado violentos como para obviar el problema6

Encontrar los rasgos de semblanza de unos y otros, reconocer la diferencia como un valor añadido de pluralidad: son ideas que demasiado a menudo parecen una utopía.

La cohabitación no significa convivencia y aún menos complicidad. La corporalidad, el encontrarse, el concelebrar devienen en estos casos instrumentos que pueden ser eficaces para la convivencia entre diferentes que se parecen en aquello que tienen de esencial: su humanidad.

La inmigración como una realidad heterogénea. los nuevos sistemas de diferencias

Cuando se habla de inmigración se suele abordar el tema de una forma cómodamente simplista, como si todos los que llegan de fuera a un lugar a trabajar procedieran de un mismo pueblo; o todavía más, como si fueran uno de esos grupos de parientes que venían para recoger la fruta o segar en los pueblos a mediados de siglo pasado. La realidad de la inmigración es otra y bien diferenciada. Con frecuencia la gente inmigrada llega a las ciudades o a las grandes poblaciones rurales que tienen trabajo que ofrecer y su origen es cada vez más diverso.

Vemos el ejemplo del barrio del Raval de Barcelona: con frecuencia se habla del Raval cuando hay conflicto: niños de la calle, delincuencia, hechos que no hace más que estigmatizar el barrio y el fenómeno mismo de la inmigración. La realidad es que se simplifica el tema y se habla de "moros", cuando las personas de origen magrebí tan solo constituyen una parte de los inmigrantes del barrio. Con todo esto se ignora que en el Raval hay una importante comunidad paquistaní, una de china, otras de asiáticas, una de sic, una de filipina, una de india, otra de centroamericana, de sudamericana, y varias de menores7

La realidad de la inmigración urbana es entonces bien heterogénea y las interacciones que provoca crean unos nuevos sistemas de identificaciones y de diferencias que hay que tener en cuenta a la hora de abordar un análisis.

La comunidad paquistaní del Raval, por ejemplo, tiene fama de poseer - cada vez más- bajo su control gran parte del nuevo comercio del barrio y ya se dice por allí: "tienda que se cierra, tienda que abren los paquistaníes. Esto genera conflictos de intereses entre los autóctonos, los paquistaníes y las otras etnias del barrio; pues el recelo que provoca este supuesto "control" del nuevo mercado del barrio, propicia que se respire un mal ambiente.

El rumor se extiende y crece de tono hasta el punto que hay quien cree y afirma que estos nuevos comerciantes no pagan impuestos como los autóctonos; estableciéndose así un agravio comparativo en el mundo del comercio tradicional, un gremio tan poco "gremialista" por lo que hace a las interioridades del propio negocio y tan corporativista a la hora de defenderse contra los impuestos y tasas. también se propaga el rumor intencionado que cuando se acumulan los impuestos, los paquistaníes hacen el cambio de nombre de la tienda y la traspasan a los parientes y amigos con tal de conseguir evadirlos8.

Vemos entonces que las realidades en cuanto a las diferencias internas y a los sistemas de identificaciones son cambiadas por lo que respecta a las interacciones entre grupos diferentes y las relaciones de poder e influencia. La situación preexistente a la llegada de los primeros paquistaníes y a la de los otros grupos no vislumbraba, ni mucho menos, la realidad actual, con la aparición de nuevas formas de percibir las categorías sociales, nuevos estatus, nuevas relaciones de género según la cultura de origen, nuevas conductas de los jóvenes, etc.

Inmigración, familia y cohesión social

Nadie marcha de su tierra y de casa para ir a padecer. El objetivo de todo emigrante es mejorar su calidad de vida y la de su familia. La mejora de estatus, sin embargo, viene aquí referida a las relaciones sociales que se establecen en el lugar de origen del emigrante; por bien que, a menudo, en el lugar de acogida encontrará minorizados sus activos, esto es: un sudamericano que posee un título universitario también puede acabar trabajando de paleta en Vilanova.

La certitud de encontrar mejores posibilidades de prosperar en el primer mundo provoca que familias enteras se endeuden para poder pagar un viaje incierto a sus hijos en la plenitud de su fuerza de trabajo. La enorme responsabilidad de estos jóvenes, con respecto a sus parientes, comporta un "no retorno" en la aventura hacia un mundo mejor.

La soledad de los jóvenes inmigrantes, que piensan, constantemente, en su hogar, dificulta su integración en la sociedad y cultura que le acoge. La doble diferencia (joven y emigrante extranjero) provoca que les sea aún más difícil percibir un clima de acogida entre semejantes. La "fratria", propia del comportamiento de los jóvenes, se dará más fácilmente entre los que comparten una misma suerte: otros jóvenes de un origen igual o parecido. Esto no hace más que favorecer un encerramiento grupal9.

Si antes he expuesto que cuando hablamos de mestizaje hemos de hablar de un largo periodo de tiempo y de unas cuantas generaciones, será fácil entender que para que haya progenies no es lo óptimo que proliferen los individuos solteros. Tan solo con una situación de mínima normalidad duradera se puede hablar de un proceso de mestizaje, y el parentesco ha sido y aún es hoy, a pesar de los cambios que ha estado, está y estará sometido el concepto y el significado de la familia, un elemento clave de estabilización social. Este entramado de lazos de unión, de filiación, de consanguinidad que ha jugado un papel tan importante en la organización económica, política, religiosa y social de las comunidades humanas, no se puede ignorar a la hora de abordar el fenómeno de la multiculturalidad en las ciudades.10


2
La fiesta como herramienta de construcción simbólica de un sistema de semejantes

La fiesta urbana: De las prácticas festivas a la ingeniería festiva. Las fiestas "multiculturales". Etnificación y etnocentrismo

Hablar de fiesta, de prácticas festivas, de festivales o de festividades, es, frecuentemente, hablar de cosas diferentes. En algunos contextos culturales incluso se aplican denominaciones diferentes para términos parecidos que no son, precisamente, lo mismo. Así descubrimos que los anglosajones hablan de festival o de "fiesta " con matices diferentes, según la intensidad de la participación, más o menos activa, de los que la celebran. En nuestra casa llamamos "fiesta" a muchas cosas: celebraciones, conmemoraciones, acontecimientos oficiales, sin que caigamos excesivamente en la trampa de entender lo mismo.

Aún más, si hablamos de las prácticas festivas contemporáneas podríamos pensar en un macro concierto de rock, en la oferta lúdica de un parque temático o en un sábado por la tarde en un centro comercial repleto de juegos infantiles e incluso espectáculos, sorteos y regalos sorpresa.

La ingeniería festiva propia de la industria cultural y de la intervención de administraciones y ONG ha creado fiestas cuando no habían y en sitios donde nunca se celebraron. Este hecho ha favorecido el establecimiento de una diferencia que en algún caso ha provocado polémica: hay fiestas de vecinos o "tradicionales" en las que la auto-organización de la comunidad les proporciona una apariencia de más "autenticidad" y de más "pureza", y otras fiestas diseñadas, expresamente, que tendrían el estigma de fiestas "dirigidas desde arriba", sin saberse bien qué o quién es este de "arriba".

Lo que parece más normal es creer que para que se pueda hablar de fiesta tiene que haber un numero considerable de gente que la concelebre, desde esta perspectiva seria fiesta aquello que la gente celebra y basta. Además, toda fiesta tiene quien la organiza; aunque éste sea el mismo que después también la celebra.

De toda manera me irá bien la diferenciación teórica entre lo que nombraré "prácticas festivas" – refiriéndome a aquello que la gente celebra de forma "espontánea" – e "ingeniería festiva" - refiriéndome a aquellos acontecimientos públicos diseñados expresamente, no importa por quien-.

Conocemos lo suficiente de prácticas festivas como para que no haga falta una lista extensiva; nada más faltaría mencionar la costumbre de comer "coca" por San Juan para entender que el gremio de pasteleros tiene en la tradición y su práctica espontánea el mejor marketing.

Por lo que hace a las fiestas que han sido fruto de la ingeniería festiva, me interesa señalar el caso de la famosa Fiesta de la Diversidad, de origen francés.

Ya hace tiempo – desde la Revolución- que el estado francés ha perdido muchas de las fiestas que en otro tiempo rivalizaban con cualquiera de nuestras celebraciones. Nada más hay que citar la Fête de Dieu (Corpus Christi) que en el siglo XV, en tiempos de Renat d´Anjou, el "Príncipe Trovador", llevó a Provenza un caudal de juegos, representaciones, danzas y solemnidades recreadas en la mitología pagana y bíblica11. París y más de 3000 municipios franceses celebran cada 21 de junio la Fête de la Musique ideada por el ministro Jacques Lang, olvidando la inmediatez de la antiquísima Fête de Saint Jean (San Juan), como si se acabara, literalmente, el mundo. No es extraño que de Francia nos viniera la Fiesta de la Diversidad de la mano de la ONG SOS Racismo. El hecho que centra mi atención es que dicha fiesta ha creado, como otros acontecimientos barceloneses, un verdadero modelo festivo. Diversidad, interculturalidad o multicultural son adjetivos que se emplean con frecuencia para anunciar los programas de actividades festivas que proliferan cada vez más en pueblos y ciudades de Cataluña. Esa utilización da que pensar que el tema está de moda.

No obstante, hay que ir con cuidado para no caer en la exoticidad cuando se presentan propuestas culturales de origen africano, asiático, sudamericano, etc, dado el peligro de estigmatización que comporta. El riesgo ha propiciado una autocrítica saludable por la misma organización de la fiesta de Barcelona; hasta el punto que ha originado debates. La presentación de estas propuestas culturales ha de ser objeto de la máxima atención. Todas ellas han de ser confeccionadas con la mayor dignidad, si no se desea caer en el entredicho. Lo mismo se puede decir de la presentación de propuestas gastronómicas, cosméticas, musicales, coreográficas, etc. No se trata de hacer una muestra de excentricidades ni de exotismos, en una especie de recreación etnocéntrica de "la comarca nos visita", sino de tratar el tema con la normalidad, naturalidad y la dignidad que la actual coyuntura aconseja. Habría que tener en cuenta los siguientes parámetros conceptuales como limitaciones en el momento de realizar una programación de actividades festivas:

• La no estigmatización de la diferencia; evitando por lo tanto las innecesarias "etnificaciones" en la presentación de los agentes que intervienen como actores en la fiesta. La "folclorización" de los grupos no autóctonos en un escenario puede conseguir el efecto perverso de estigmatización por exotización y etnocentrismo.

• La excesiva compartimentación por sectores de población en la oferta de actividades no favorece la interculturalidad, sino que separa y dificulta el diálogo entre culturas, tanto por lo que respecta a franjas de edad como etnias, cultos y otras opciones personales.

Por el contrario, estas acciones poseen otras potencialidades:

• Potenciar aquellas acciones que tienen al grupo familiar como destinatario. Las culturas de los inmigrantes tienen como marco una sociedad que toma la familia como eje central de la fiesta; especialmente, las culturas africanas. Los jóvenes trabajadores inmigrantes solteros y que tienen la familia lejos no suelen participar en la fiesta, tan solo la contemplan a distancia.

• Potenciar la participación de propuestas culturales contemporáneas provenientes de los lugares de origen de los inmigrantes y presentadas con la máxima dignidad. El diálogo cultural nada más se puede producir delante del conocimiento mutuo. Otorgar prestigio a la propia cultura minoritaria entre los inmigrantes y darla a conocer, dignamente, entre los autóctonos es un buen principio.

• Favorecer la participación activa de las organizaciones que congregan comunidades de inmigrantes, integrándolas en la organización de la fiesta. Pequeñas actividades, engalanado de las calles, gastronomía, pasacalles, bailes, cuentos para niños: pueden ser una forma de participar activamente.

• Programar espacios festivos donde se presenten acciones de raíz tradicional autóctona y llevarlo a cabo con asociaciones o grupos informales provenientes de toda Cataluña, para evidenciar que la construcción de identidades también es heterogénea. La presentación de los símbolos, rituales y mitos desde una perspectiva abierta e integradora, hace posible la identificación simbólica; crea un nexo de unión y refuerza el sentimiento de pertenencia a una misma comunidad cultural; especialmente, en el caso de los niños. La creación de una misma memoria colectiva desde una realidad caleidoscópica- como es la que se presenta en muchas fiestas urbanas- puede favorecer el prestigio de la diversidad cultural como una confluencia de identidades mestizas y valiosas; a la vez que facilita la identificación con la comunidad que se recrea día a día.

La fiesta como reflejo de la vida social. Sociabilidad, animación y participación.

Se ha dicho de la fiesta que es un reflejo de lo que pasa en la sociedad, pero su atractivo y vigencia sugieren algo más. Hay quien cree que es un factor real y efectivo de animación social.

Efectivamente, si nos atenemos a la "cocina" de la fiesta, a todo aquello que sucede antes y después de la misma fiesta; vemos que este fenómeno genera un gran nombre de complicidades y está implícito entre los miembros de la comunidad que la celebra. La fiesta puede ser también trabajo comunitario, creación colectiva, esfuerzo y ayuda mutua, reparto y asunción de responsabilidades, prestigio y poder. La preparación de una cena de los vecinos de una calle en fiestas lleva implícita la reciprocidad generalizada, la hermandad entre viejos y jóvenes, niños y adultos; reproduce una forma de entender las diferencias internas de la pequeña comunidad que, por unos días, se considera integrada por los que se sientan a la mesa, bailan, juegan o colaboran codo con codo en la creación colectiva de las fantasías efímeras del engalamiento de la fiesta mayor.

La fiesta como paréntesis y catarsis. La puntual anulación simbólica del orden.

Si a alguien le puede parecer demasiada utópica la visión que he evocado de la fiesta popular es por haberla presentado por su significado en torno a la representación social, y por lo que tiene de percepción de la realidad desde el mundo simbólico.

Se ha hablado mucho del Carnaval como fiesta de inversión del orden establecido, mientras que lo cierto es que toda fiesta significa una anulación puntual del orden, un paréntesis para la catarsis en que los miembros de una comunidad concelebran en un ejercicio de hedonismo colectivo, que posibilita la permeabilidad de las relaciones sociales. La fiesta se puede entender, desde este punto de vista, como una puerta de interacción social de clases, géneros, grupos de edad y etnias.12

Encontraremos ejemplos por todas partes en los que la fiesta ha estado y es una forma de cambiar cosas; sin embargo, expondré uno que conozco bien de cerca, ya que fui el instigador: La fiesta de la Plaza del Pueblo Romaní, donde la comunidad gitana de Gracia celebra la Fiesta Mayor.

Desde hace un par siglos, Gracia tiene una importante comunidad gitana que, hoy en día, debe rondar las 400 familias. La presencia de los gitanos en el barrio del Carme de la antigua villa de Gracia es notoria y bastante conocida. El mito positivo de la integración de los gitanos "blancos" o "gitanos catalanes" de Gracia no ha evitado los conflictos entre "payos" y gitanos; los cuales tampoco han transcendido mas que a nivel de escalera de vecinos como mucho.

Nunca los gitanos de Gracia habían participado como organizadores en las fiestas del barrio; sus prácticas festivas se circunscribían a la copiosa familia: bodas, bautizos y otras celebraciones donde la exteriorización de pasiones y alegrías toma la categoría de ritual (el padre de la novia se rasga la camisa recién estrenada, el banquete pantagruélico acaba literalmente con las fuerzas de los comensales, los más pequeños hacen aquello que quieren, etc.) En la fiesta de San Medí, los gitanos de Gracia iban a comer a la ermita de Collserola, por San Juan hacían lo que hacían todos y por la Fiesta Mayor participaban en las fiestas de la plaza del Raspall, organizadas por el "payo Joaquín" del Bar Resolis, que, como su apodo indica es payo y no gitano. Durante la década de los ochenta, una parte significativa de las mujeres gitanas se adhirieron "al Culto", que es el nombre que recibe entre los gitanos La Iglesia Evangélica de Filadelfia. El mensaje de conducta y estabilidad familiar y la habilidad de sus líderes (pastores) para captar para el "Culto" a las madres gitanas con hijos con problemas, causó sensación y pronto el "Culto" representó un verdadero y poderoso instrumento de control social entre la comunidad gitana de Gracia. La aparición del Culto significó un importante retroceso en la práctica festiva gitana, ya que la conducta obligada por el "Culto" - por lo que hace a la exteriorización de las pasiones en público- llega a la prohibición de cantar y bailar si no era en el interior del templo.

Con la aparición de la Asociación cultural Gitana de Gracia a partir del 1986, los patriarcas gitanos y una nueva generación de jóvenes reubican las cosas y empiezan a asumir el control civil de la comunidad de una forma transparente. Desde el primer momento surgen iniciativas de animación sociocultural de mano de la propia asociación; con la ayuda del centro cívico l´Artesà que yo mismo dirigía y con la valiosa aportación y liderato del Gato Pérez, por siempre recordado por los gitanos de Gracia. Bajo el nombre genérico de "Los viernes del Sabor" se organizó un ciclo de conciertos de rumba catalana en el mismo local de la asociación, en el corazón del barrio del Carmen. Después de la muerte Gato Pérez, organizamos todavía otro ciclo de rumba; esta vez en la plaza del Raspall, el mes de junio antes del agosto de Fiesta Mayor en Gracia. El programa del ciclo "Rumba al Raspall" estaba escrito, simbólicamente, en catalán y "romanó" (caló), el idioma gitano.

La última estrategia de animación consistió en propiciar que uno de los dos nuevos espacios urbanos que surgieron del esponjamiento de aquel sector del barrio llevara un nombre relacionado con la comunidad gitana. Desde la Consejería de Cultura y la Regiduría del Distrito se había previsto bautizar uno con el nombre de Francesc Berenguer, arquitecto, y el otro con el de John Lennon, músico. Propicié que la asociación gitana propusiera el nombre de Plaza Romaní (plaza gitana) en la misma reunión en que se debatían las dos propuestas. Al final, el arquitecto Berenguer tuvo que esperar a una ocasión mejor y el espacio más próximo a la Plaza del Raspall se dio a conocer como la Plaza del Pueblo Romaní (romanó habría sido lo más propio, dado que romaní es el femenino de la palabra romanó)

La fiesta de inauguración de la nueva plaza fue un importante revulsivo para la comunidad gitana, ya que la organización corrió por su cuenta. El éxito causó que, en la próxima Fiesta Mayor de Gracia, la asociación gitana se lanzara a asumir la organización de la fiesta en la plaza y a federarse en la Federación Fiesta Mayor de Gracia, que es la superestructura organizativa que agrupa los cargos en fiestas. La normalidad en las relaciones y en el compartir responsabilidades ha estado una constante hasta el día de hoy ya entrados en el tercer milenio, y la fiesta es una interesante fuente de financiación para la asociación.

La ritualidad de la fiesta

La fiesta también es ceremonia y comporta una amplia sucesión de rituales profanos y mágico-religiosos, actividades reiterativas, muy bien definidas y bien entendidas por la comunidad que la celebra. La interpretación que se hace de estas señales rituales está condicionada por la historia o, mas bien dicho, por los acontecimientos que la comunidad identifica como propios. La información que transmiten estas señales comunica una serie de normas y conductas que la comunidad concelebrante reconoce internamente, de forma y manera que con el devenir del tiempo, lo importante acaba siendo más la forma, que el mismo contenido del que se comunica. La reiteración de todo ello suele nombrarse tradición.

La tradición se inventa, como todo en la cultura de los humanos, y no es inmutable, pero hay rituales que perduran a pesar de cambiar su significado originario. Esta resemantización es un fenómeno común en muchas tradiciones y rituales y se da con frecuencia en las fiestas. La hoguera de la Noche de San Juan, por ejemplo, todo y ser un elemento indispensable de la fiesta; ya no tiene las virtudes purificadoras de antes –Ya no hay quien haga sortilegios con el agua, ni con las hierbas-. Lo mismo se puede decir de la percepción que uno tiene sobre las fiestas, cuando se está lejos de casa. No es lo mismo un Ramadá en Túnez, que en Vilafranca; como tampoco es lo mismo una Navidad en casa, en familia, que haciendo la mili, en Melilla.

Esto lleva a pensar que puede existir también la posibilidad de generalizar la resemantización festiva, repensar, recrear un nuevo espacio simbólico y ritual común que posibilite la construcción de nuevas identificaciones, aquello que denominamos, sin entrar en contradicciones, las nuevas tradiciones.

Los nuevos rituales, al igual que los nuevos mitos, son un hecho contemporáneo. Los nuevos ceremoniales llenan el espacio comunicativo. El fin del milenio, las ceremonias olímpicas, han estado y son ejemplos de grandes acontecimientos en los que su significado transciende en mucho lo que realmente son: un gran ejercicio de imaginación colectiva.

La provocación festiva como elemento que visualiza los conflictos

He hablado con anterioridad de la necesidad de hacer visibles los conflictos para poder abordarlos de forma crítica. también lo he hecho sobre la fiesta, por lo que tiene de anulación puntual del orden. Si juntamos ambas cosas, obtendremos un resultado: visibilidad del conflicto en un momento de anulación del orden. En tiempos de fiesta, se desdibujan las categorías; lo que permite una aparente relación de semejanza entre los concelebrantes; lo cual propicia un espacio de pacificación entre semblantes, y por tanto un buen momento para abordar la pacificación del conflicto, o si más no favorecer la tolerancia. Todo ello es lo que en el lenguaje de la calle diríamos: buen rollo.

El tiempo de fiesta ha estado, con frecuencia, tiempo de tregua, tiempo de alianzas de parentesco, tiempo de reconciliación entre parientes y ¿por qué no entenderlo también como un tiempo propicio para abordar conflictos entre comunidades diferentes?

El hedonismo festivo y la implícita reciprocidad generalizada

No sería bueno obviar una de las principales funciones de toda fiesta: el pasarlo bien. El hedonismo, tan criminalizado por el neopuritanismo nunca confesado de la postmoderna sociedad occidental, es un componente esencial de la fiesta.

Desgraciadamente, los medios de comunicación están bien surtidos de noticias donde se menosprecia y se criminaliza el hedonismo festivo. Veamos algunos ejemplos:

"Carnaval mortal en Sri Lanka. Al menos siete personas fallecieron y 200 resultaron heridas a causa de una explosión en la ciudad de Kurunegala (al noroeste de Sri Lanka), donde la muchedumbre estaba concentrada para celebrar los carnavales"
Diario Metro directe marzo de 2001

Si analizamos esta imprecisa noticia observaremos que no tiene por qué tener ninguna relación la fiesta con la explosión. La información no dice que sea un atentado, ni tampoco un accidente pirotécnico; así entonces, podría tratarse, simplemente, de una malograda coincidencia.

Otros ejemplos en titulares:

"Cada día roban 18 coches en Barcelona, la mayoría para irse de "fiesta" Barcelona y más
"La Semana Santa se cobra dieciocho muertos en las carreteras"
Metro directo

No hace falta decir que las más "jugosas" son las noticias de la Noche de San Juan: intervenciones de los bomberos, lesiones por los petardos, muertos en accidentes, etc

Dicho todo esto, valdría la pena reivindicar ahora el hedonismo festivo como un valor, extremadamente, necesario y positivo en nuestra compleja sociedad:

Uno por si solo no celebra nunca fiesta, hacen falta dos y más de dos para hacer un buen jolgorio. La fiesta implica compartir emociones y significa una reversión inmediata del trabajo que se invierte. El esfuerzo es una parte importante de la fiesta y no hay fiesta sin trabajo. Mientras que la satisfacción de todo trabajo es el salario o el beneficio que se obtiene, en la fiesta la recompensa es automática, tanto para el que se esfuerza, como para el que la disfruta sin hacerlo. Ello implica una reciprocidad en esfuerzo y beneficios para unos y otros y para todos en general. Nadie escatima en quien se beneficiará; todos participan y no hay forasteros, sino invitados. Este ejercicio de hedonismo colectivo compartido comporta la reciprocidad generalizada. Igual pasa entre parientes: los semblantes cooperan para pasárselo bien y comparten los bienes que, el uno por el otro, siempre salían ganando.

La fiesta: un rasgo característico común de hominidad

Encontrar y hacer visible aquello que hace semejantes a todas las personas es una búsqueda necesaria para la cohesión social13. La sociabilidad entre semejantes, no obstante, no es exclusiva de los humanos; nada más hay que observar el comportamiento animal para constatar que hay especies que igualan y superan en sociabilidad a la nuestra14 (hay que igualan o superan a los humanos en sociabilidad) Algunas, como las abejas o hormigas, mantienen una compleja organización social de la que dependen, literalmente, para sobrevivir. No obstante, los humanos somos los que, verdaderamente, somos capaces de concelebrar fiestas. En la fiesta, como a expresión que es de cultura comunitaria, se combinan aspectos artísticos, de relación, simbólicos, ceremoniales, rituales y míticos en una compleja simbiosis. Su reiteración cíclica y su adaptación a las tendencias de cada tiempo conforman la tradición festiva. La formación de la memoria colectiva, de aquello que los miembros de la comunidad reconocen como acontecimientos históricos propios, se podría decir que va conformando su identidad común, y es, con frecuencia, en las fiestas donde se recrean de forma simbólica y ritualizada estos acontecimientos.

Si bien hay muchas otras cosas donde los humanos nos diferenciamos del resto del mundo animal. Hay que valorar la fiesta como una característica interesante de los humanos y, por tanto, señalarla como un elemento importante de semejanza común entre gente diferente15


3
Conclusiones

• El reagrupamiento familiar de los inmigrantes puede favorecer la permeabilidad social y permite el proceso de mestizaje cultural en futuras generaciones.

• La autorganización de la comunidad hace posible la asunción de responsabilidades y la implicación personal en la construcción dinámica de la nueva sociedad urbana.

• La creación y consolidación de espacios urbanos para la convivencia favorece la cohesión en una sociedad multicultural, ya que favorece la corporalidad entre individuos semejantes.

• La experimentación en nuevos mensajes y significados en las prácticas festivas adapta la tradición a la necesidad social de concelebrar. La resemantización generalizada de la simbología festiva y la reinvención de la tradición pueden ser útiles para el cambio.

• La fiesta puede ser un buen momento para constatar que todos los humanos son igualmente diferentes y diferentemente iguales.

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